Lo fantástico de lo real

La tiranía del reloj

Estaba en la mesa. Habíamos terminado de comer, nos apuraban, era la hora. Llegábamos tarde. Íbamos al campo, hoy era el día del famoso "ritual". 

Eso es lo último que recuerdo antes de caer en todo esto, en esta moraleja familiar que nunca supimos comprender (o si), que será eterna. Lo único que recuerdo, es esto. 

Nos encontrábamos en el auto, mi madre, mi hermana y yo. Discutiendo sobre un tema sin sentido, como siempre; "perdiendo el tiempo" pensaba yo. Eso que no vuelve, eso irreproducible, aquella broma macabra, a la que, de igual manera, nunca le preste atención. La discusión trataba sobre como tardábamos en "prepararnos" al momento de dirigirnos a algún lado. Todo era tiempo, todo era aprovecharlo al máximo, todo era muy paradójico. Estábamos llegando tarde a la reunión. Las revoluciones subieron, y en un abrir y cerrar de ojos, el vehículo llegaba a los 160 kilómetros por hora. "Tarde", el tiempo es el tiempo, no hay otra cosa igual, hay que saber sumergirse en el tiempo. Otro pestañeo, un corto lapso, el auto descarrilo. Nuestras vidas descarrilaron, el tiempo descarrilo. No escuché un solo grito, nada mas veía grises ¿Habíamos muerto? Sentía el tiempo desfasando mi vida, algo como volver hacia atrás, sensación, difícil de explicar, pero a la que acostumbre. La vida me condenaba, pero me costó muchísimo entender a que. La tiranía del reloj me estaba dando una tétrica lección: repetir ese evento por la eternidad.

Estoy en la mesa, estaba en la mesa. Llegábamos tarde. Era el día del ritual. Lo estoy observando de forma cenital. 



La persistencia de la memoria - Salvador Dalí




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