Él, mi papá,
la figura más importante de mi vida, se había ido. Todo fue muy rápido, pero a
la vez, eterno. Mi héroe, ya no estaba. Pasaba por la primera navidad sin él.
No existía espíritu en mi familia sin su presencia.
Amaba la navidad,
pero con la peculiaridad de que jamás había logrado vislumbrar a mi repartidor
de regalos favorito, Papa Noel. Habíamos decidido celebrar en la casa donde mi
padre había nacido, en Lanús. Siempre recibíamos los regalos en el patio delantero,
nunca en el trasero, esta vez, también. Otra navidad más, anhelando ver a ese
tal personaje que se encargaba de hacerme feliz cada fin de año, pero esta vez
con una intención distinta, quizás. Me faltaba mi papá.
Transcurrió
la noche, un ambiente extraño se sentía. Se hicieron las 12 y todos, como la tradición
lo marcaba, estábamos expectantes. De la nada, decidí escaparme, algo me lo pedía.
Me dirigí, como guiada por un ente al cual no logro describir, al patio
trasero. Llegué, y decepcionada, no vi nada. Me di vuelta, como para irme, y en
ese mismo instante, un ruido polvoroso interrumpió en mi misión. Volví hacia atrás
y me di cuenta de que una especie de nave estaba sobrevolándome. Era un trineo.
El trineo. Los renos. Sus renos. Poco a poco fue descendiendo. Mientras
aterrizaba logre ver algo rojo, era él. Cuando de una vez por todas toco
tierra, algo salió del trineo. En ese mismo instante, y con una sensación que
nunca más en mi vida volví a tener, pude darme cuenta por fin, de que Papa
Noel, era mi papá.
III - El exilio de la especie
Era un día normal, un poco triste, un poco desganado, un poco
“formando parte de la especie humana”. Me desperté a eso de las 7 de la mañana,
a oscuras, como siempre, pues no tolero dormir con luces cerca. Estuve un rato
mas en la cama, y unos minutos después, tomé la decisión de abrir los ojos y
encender el velador.
Cuando se hizo la luz, exaltado, no tenía idea de que me
estaba pasando. Me encontraba en el medio una suave e inmensa superficie azul. Lo
primero que me dije, como para calmarme, fue “Estoy soñando”. Procedí a abrir y
cerrar los ojos unas 25 veces, pero nada cambiaba.
Paso un rato y me di por vencido. Tome la decisión de observar
el lugar donde me encontraba. Lo primero que vislumbre fue una puerta gigante,
la cual era parecida a la de mi habitación. Razoné un pequeño lapso de tiempo, con
mentalidad un tanto fantasiosa, como si se tratara de una ficción y no la realidad
(lo cual no fue complejo) hasta que logré darme cuenta de que estaba en mi habitación.
Pero con una pequeña y también enorme peculiaridad, todo era inmenso, y yo era
diminuto.
Comencé a caminar por mi cama, como si fuera una llanura. Con un poco de esfuerzo, logre bajar. Fui directo a la puerta teniendo
como objetivo saber que pasaba con mi madre ¿Sera ella diminuta también? me pregunté.
Para mi sorpresa, ella también era enorme. Intente comunicarme de diversas maneras,
pero nunca dio cuenta de mi presencia.
Entré en pánico ¿Qué hacer en esa situación? Tomé la decisión
de salir a la calle. Todo era enorme, excepto las hormigas, con las cuales tuve
una cierta afinidad. Decidí aceptar lo sucedido y pasar el día observando los
comportamientos humanos desde una posición rotundamente distinta. Mi relativa idea
sobre los tamaños cambio en este lapso. Comprendí, quizás, que la enormidad no
es un síntoma de superioridad.
Al final del día, decepcionado, asustado (claro que todo el
mundo le tiene miedo a lo desconocido) y tenso, llegué a la conclusión de que
todo lo que había visto eran solamente humanos, no humanidad.
Así, fue como me entregué a las hormigas.
IV - Des/Aparición
Había salido de la casa para guardar todo el equipaje y encender un cigarro mientras la esperaba. Terminado el tabaco, subí al auto.
Eran las 4 de la mañana del primer día de noviembre. No había
muchos autos en la carretera, ni tampoco mucha presencia humana, a decir verdad,
habíamos decidido vacacionar en temporada baja.
El tiempo siguió pasando y yo seguí observando. Decidí
volver a entrar a la casa, sentía unas vibras extrañas por ahí fuera. Bajé del
auto y me dirigí a la entrada. A al menos 5 metros de llegar, sentí un ruido
extraño, venia del norte. Me di vuelta.
¿Qué era eso? Parecía un avión, pero, ¿volando tan bajo?, lo
veía en el horizonte y poco a poco se acercaba más y más. Hasta que por fin
logre vislumbrarlo. Era una nave, pero no cualquiera, era redonda. Aterrizo
delante mío, algo me llevo a acercarme, una sensación extraña recorría todo mi
cuerpo. Di unos pasos, y la conciencia volvió a mí, o eso sentí, ¿en qué
momento la había perdido? Automáticamente la nave despegó y se perdió entre las
nocturnas nubes.
Procure entrar a la cabaña para contarle a mi amada todo lo
sucedido, pero cuando entre, algo me atemorizo. Ella no estaba. Busqué por toda
la casa sin cesar, pero nada encontré. Opte por dirigirme a la estación de policía
más cercana. Se estaba haciendo de día ¿ya había pasado tanto tiempo?
Desesperado llegue a la estación. Conte toda mi situación,
me escucharon atentamente, y comenzaron a pedirme datos. Comencé por dar la
fecha. Los oficiales me miraban de manera extraña, hasta que a uno se le dio
por preguntarme si estaba bien. Me trataban como un loco. Insiste montones haciéndoles
saber que era primero de noviembre. Me preguntaron mi nombre, y en ese instante
todo cambio.
- Señor, nos encontramos en el primer día de noviembre del
año 2030, 5 años después de los hechos que usted relata. Usted es el caso policial
mas emblemático de la nación. Usted lleva desaparecido 5 años.
V - Emilia
Había sido una tarde hermosa. Disfrutando el pleno sol otoñal,
no mucho frio, no mucho calor. Todo estaba equilibrado. Junto con mi vecina
Emilia, de la otra cabaña, la que estaba a unos 400 metros de casa, habíamos pasado
todo el día jugando fuera. Mis padres se llevaban muy bien con los de ella,
pero hace un tiempo no interactuaban.
Sus padres no la dejaban salir seguido, pero esta vez, por
alguna razón, estaba en el bosque desde hace un largo rato. Me dijo que sus
padres no estaban, que tenían una triste, pero necesaria, ceremonia. Como una
niña feliz e inocente, no le di importancia a sus dichos, y seguimos jugando.
Se hizo la noche, y tenia que volver a casa. Mi madre me
llamó. Saludé a mi compañera, y volví corriendo. Mis progenitores me preguntaron
que había hecho sola toda la tarde, a lo que respondí que estuve acompañada por
mi vecina de la finca cercana. Me miraron con cara extraña y nos sentamos a
comer.
La mesa estaba en silencio, hasta que algo lo rompió. Mi
madre con lagrimas en los ojos me dijo: “Emilia falleció ayer por la noche”
Uno mejor que el otro.
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