Una esquina acogedora, Martiniano Leguizamón y Manuel Artigas, en el barrio porteño de Mataderos. De frente. Una verdulería, con muchos años allí, un toldo verde protege las frutas y vegetales, sostenido por varios palos blancos. Hoy esta soleado y los perros se pasean de aquí para allá. Alguno que otro también se tira en las partes de la vereda donde el toldo no llega a cubrir. Son los mismos 3 o 4 perros de siempre. La gente pasa, tranquila. Cuando paso a la mañana, no me encuentro con nadie, solo los comerciantes preparando su negocio. A eso de la una o dos de la tarde, el caudal de gente comienza a elevarse. Hay varios colegios cerca, muchxs niñxs pasan eufóricos, sus padres los relajan mientras hacen la fila para comprar en la verdu. A la derecha del local hay un árbol, viejo, pero erecto. En esta época del año está casi sin hojas, pero lo conozco en primavera. Atrás del árbol, una casa. Ciertamente nunca le preste atención. Blanca, antigua y con 2 pequeñas ventanas enrejadas a la izquierda de la puerta (que está a unos metros del fin de la verdulería) A la izquierda de la verdu, un antiguo local por el que pasaron miles de comerciantes. Hoy está en alquiler, el otro día la fábrica de pastas se estaba retirando. Arriba de estos 3 inmuebles, una enorme estructura, se entra por la izquierda del local. Hay varios balcones, intuyo que hay 3 departamentos. Me gusta mucho el del medio (justo arriba de la verdulería) pasé largos minutos observándolo, es como si fuera el de la plaza de mayo. Las cortinas están siempre cerradas, pero las persianas, abiertas. Solo una vez vi asomarse a una mujer, fumando un cigarro.
No pasan muchos
autos por esta esquina, pero cuando pasan, van despacio. Existe el hecho de que
ningún automóvil cede el paso al peatón, no sé si será porque Artigas es una
calle ancha, o porque sí.
Los días
lluviosos, lxs verdulerxs entran los carteles (más bien, los acercan debajo del
toldo) estos días tienen la peculiaridad de que la gente cruza la calle
corriendo, pero en la vereda, caminan (aunque no haya toldos en toda la cuadra,
solo la verdu, y aunque en la calle no haya autos apurando a los
peatones) todavía no logro descifrar por qué. Estos días, tienen también la
peculiaridad de que, de vez en cuando, los autos dejan cruzar a los peatones en
paz. El local de la izquierda tiene un cartel amarillo, con la lluvia puedo
jurar que se vuelve verde.
Los días más
movidos se dan cuando juega chicago. El equipo oriundo de mi barrio (del cual
soy simpatizante) milita en la liga nacional de futbol argentino “La B”, esta
esquina se encuentra a algunas cuadras del estadio, y lxs muchachxs, los
días de partido, arrancan la previa tempranito. Esos días los perros se vuelven
locos, la verdulería vende muchísimos melones, limones y también, por
cuestiones de la vida misma, pierde mucha mercadería.
Los días con
futbol, pueblo y sol, a mi entender meramente subjetivo y barrial, son los más
lindos. Las fotografías mentales que tomo son bellísimas, esos días, son
bellísimos, son únicos, son distintos uno del otro. La vibra es hermosa y la
gente es feliz, aunque sea un ratito. Como diría Benjamin, cada uno de
estos días, tiene su aura, es una obra de arte, es único e irrepetible.
Una esquina
tranquila, distinta por donde la mire y desde que día la mire. Mi esquina.
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