Se hablaba de el

Se hablaba de él, pero no lo podíamos repudiar. No podíamos ni acercarnos al hecho de pensar de manera distinta, o un poquito más al costado. Nunca estuve de acuerdo con la gente que lo describía como un monstruo, o una bestia. Era un ser humano, una miseria humana. Un humano lleno de odio.

Eran los primeros días, no sabíamos lo que venía. Alla por septiembre del 74 las paredes hablaban.

- ¿Y ahora?

- Hay que bancarla

Una cosa es llevarlo a cabo en lo privado, y otra cosa, totalmente distinta, es hacerlo público. Realmente nunca se había abandonado ese camino. Las practicas legales siempre fueron nuestra utopía.

Un camino largo, recuerdo por allá el primer aniversario de lo de Córdoba. Fue la fecha elegida para darse a conocer públicamente, cuando, con el valle, se la devolvimos al cabecilla. Procedimos. Para el 73, estábamos ahí. Pero el tiempo pasa, y nos vamos poniendo.

No tener camisa es así, ser de abajo es así. Ya estábamos ahí adentro. Se parte de la hipótesis de que la guerra en la forma en que la habíamos planteado, al principio, está perdida en el plano militar y que la derrota militar se corresponde en el plano político con el repliegue de las masas, que no asumen la guerra porque no vislumbran posibilidades de triunfo.

Sumado a todo esto, emergía él y su odio. Todos tenemos sangre, lógico. Él también la tenía, la derramaba por doquier, le sobraba, la pisaba y se reía. Uno no pisa su autoría. La cosa es que esa sangre no era suya, era nuestra. Estaba hecho de nuestra sangre, sus ojos, nariz, boca, cara y orejas. Mi sangre, la sangre de mi gente. Ese bigote, espeso, duro, inamovible, ortiva y de milico, estaba teñido de rojo.

- Ya son las 2 de la mañana, ¿no deberíamos irnos?

- Nada más estamos charlando.

- ¿Estamos charlando?

- No se vos que estarás haciendo -lo miraba fijo a los ojos.

- No puedo no pensar en que nos caigan

- Quedate tranquilo

- Yo sé que, si nos agarran… nos agarra. Somos pollo, Mario

- La movida es que no

- Qué no, ¿qué?

- Que no nos agarren, los vamos a agarrar

Ellos llevaban la muerte y la calavera de bandera. Nosotros la resistencia. El, su cabeza, con su traje negro. Siempre limpio, pero el más sucio que vi en mi vida. No dejaba ver su cabello, jamás, solo en algunas ocasiones. Lo mostraba prolijo, pero prefería andar siempre con la tortura en la cabeza, que su potestad material convirtió en un Ford Falcon, particularmente, de color verde. Acompañado por ese de hacienda, que tiene la misma responsabilidad que él.

- ¿Vos te pensas que es mediador? ¿Qué es un diplomático? ¿Qué te va a escuchar? Déjate de joder, Mario

- Hay que evitar la aniquilación, acumular fuerzas. Hay que apelar a la memoria, José

- Nosotros resistimos. Pero vos viste como se maneja -respondió José haciendo referencia a él.

Se hicieron las tres. Seguimos charlando. La tortura dijo presente un rato después. Vivimos de cerca la malicia de meternos en lo más profundo de su gorra. Pensamos que eran cieguitos, nos sacaron los cordones. Yo puedo escribir sobre aquel instante, José, no lo se. Quizás sí, quizás no, puede haber más de treinta mil respuestas.


Videla, por Pablo Bernasconi


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