Distintas versiones de mi primera obra

A continuación presentare distintas versiones de mi primera obra, las cuales incluyen cambios de género literario y suma de distintos recursos.

I - La tiranía del horror (Cambio de género a terror)

Estaba en la mesa. Habíamos terminado de comer, nos apuraban, era la hora. Me encontraba cansada, dañada. Nada me llamo la atención, era otro día mas. Otra larga noche escuchando voces, risas, llantos. Viendo sombras. Viviendo en sombras. Llegábamos tarde. Íbamos al campo, hoy era el día del famoso "ritual" que mi madre hacia tiempo nombraba, pero del que nada sabia. 

Eso es lo último que recuerdo antes de caer en todo esto, en esta moraleja, en este escenario terrorífico del cual soy parte. Lo único que recuerdo, es esto.  

Hace ya un tiempo había comenzado con mis "visiones", así las llame. Traumáticos momentos del pasado, haciendo presencia en la actualidad. Entes intentando comunicarse conmigo, o eso creo en este momento, a los que yo nunca escuché. Signos que me decían que algo tenia que hacer, pero nunca hice. Visitas al psicólogo, psiquiatra, nada sirvió. 

Tome la decisión de comenzar a negarme todo. De entender, o intentar convencer a mí mente de que todo era una alucinación. Nada sirvió, todo empeoro. 

Nos encontrábamos en el auto, mi madre, mi hermana y yo. Ellas dos adelante, y yo, recostada en los asientos de atrás. Discutiendo sobre un tema sin sentido, como siempre; "perdiendo el tiempo" pensaba yo. Eso que no vuelve, eso irreproducible, aquella broma macabra, a la que, de igual manera, nunca le preste atención. La discusión trataba sobre como tardábamos en "prepararnos" al momento de dirigirnos a algún lado. Todo era tiempo, todo era aprovecharlo al máximo, todo era muy paradójico.  Estábamos llegando tarde a la reunión. De pronto, el auto se detuvo. Nuestras vidas descarrilaron, el tiempo descarrilo. Todo estaba gris, no había otro auto en la ruta. Empecé a preguntar que pasaba. Mi madre y mi hermana, mudas, en shock, mirando hacia delante sin emitir un solo sonido. 

Una especie de zumbido comenzó a interpelarme, lo sentía detrás, pero en ningún momento pensé en voltear. Ruidos extraños, horríficos, que emitían sufrimiento, venían de adelante. Comencé a gritar. No podía moverme, no pude moverme. Pasaron unos segundos, que en ese instante sentí como siglos, hasta que mi madre y mi hermana comenzaron a girar hacia a mí. Algo me decía que estábamos entrando al ritual. Cuando lograron, por fin, rotar totalmente, no puedo explicar lo que vislumbre. Tan espantoso como traumático. En sus caras vi mi sufrimiento, las advertencias que había recibido, la cantidad de veces que habían intentado conectar conmigo. No escuché un sonido mas, no vi nada mas, solo oscuridad. 

Logre calmarme y comenzar a pensar. Todo por lo que pase, los llamados, las sombras, los susurros al oído mientras dormía. Eran advertencias.

El final había llegado, y no había posibilidades de resistencia. Sentía el tiempo desfasando mi vida, algo como volver hacia atrás, sensación, difícil de explicar, pero a la que acostumbre. Sentía que la vida me condenaba, pero me costo muchísimo entender a que. 

Un ente indescriptible se apareció y a mi oído susurró: "Es tiempo". Entendí que había llegado la hora, y sin mas dilación, me di vuelta. Me jacte de los errores cometidos, era la hora de mí condena. Tuve tiempo para darme cuenta, pero no lo aproveché. Me tocaba convivir con mi error lo que me quede de vida. Viéndome confundir una y otra vez. 

Estoy en la mesa, estaba en la mesa. Llegábamos tarde. Era el día del ritual. Lo estoy observando de forma cenital.

II - La tiranía del reloj (+ Personaje agregado del cuento "Esa vez que me enfrente contra algo")

Estaba en la mesa. Habíamos terminado de comer, nos apuraban, era la hora. Llegábamos tarde. Íbamos al campo, hoy era el día del famoso "ritual". 

Eso es lo último que recuerdo antes de caer en todo esto, en esta moraleja familiar que nunca supimos comprender (o sí), que será eterna. Lo único que recuerdo, es esto. 

Nos encontrábamos en el auto, mi madre, mi hermana y yo. Íbamos escuchando música, algo de rock contemporáneo. Discutiendo sobre un tema sin sentido, como siempre; "perdiendo el tiempo" pensaba yo. Eso que no vuelve, eso irreproducible, aquella broma macabra, a la que, de igual manera, nunca le preste atención. La discusión trataba sobre como tardábamos en "prepararnos" al momento de dirigirnos a algún lado. Todo era tiempo, todo era aprovecharlo al máximo, todo era muy paradójico. Estábamos llegando tarde a la reunión. Las revoluciones subieron, y en un abrir y cerrar de ojos, el vehículo llegaba a los 160 kilómetros por hora. "Tarde", el tiempo es el tiempo, no hay otra cosa igual, hay que saber sumergirse en el tiempo. Otro pestañeo, un corto lapso, el auto descarrilo. Nuestras vidas descarrilaron, el tiempo descarrilo. Cerré los ojos. No escuché un solo grito, nada más veía grises ¿Habíamos muerto? Sentía el tiempo desfasando mi vida, algo como volver hacia atrás, sensación, difícil de explicar, pero a la que acostumbre.

Mis más remotos sueños y mis mas felices vivencias comenzaron a dar vueltas por mi mente. Mi vida me paso por delante. Alguna extraña presencia no física intentaba decirme algo, pero me negaba rotundamente a ceder. Mi cabeza me conoce, la vida me conoce, ¿ellos me conocen? Decidí abrir los ojos. La persona que más admiraba apareció delante de mí, no era mi madre, ni mi padre, era mi artista favorito. El único ser que podía intentar transmitirme algo. Cristian Gabriel Álvarez Congiú, estaba delante mío. O al menos yo lo plasmaba delante mío. “Es tiempo de aprender, aunque sea eterno, es la única forma” me dijo, o me dijeron.

La vida me condenaba, pero me costó muchísimo entender a qué. La tiranía del reloj me estaba dando una tétrica lección: repetir por la eternidad.

Estoy en la mesa, estaba en la mesa. Llegábamos tarde. Era el día del ritual. Lo estoy observando de forma cenital.



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